Con respecto a mis sentimientos y lo que pudiera sentir, te quiero confesar que durante toda mi vida he escrito muchas cosas al respecto, ambigüedades poéticas llenas de metáforas y anécdotas, de sátira y de
paisajes, algo usual que era como un recorrido permanente y constante, lo que
podría señalar que es mi medicina templada, disfrazada en letras, casi la misma rutina de siempre, en donde me ponía
a organizar aquellas memorias que a este
tiempo solo son espasmos grises, recuerdos de momentos decorados con afanosas
palabras, dulcemente organizadas en el papel, llenas de amores, pasiones, romances,
frustraciones, pendejadas y acciones heroicas, aunque estas últimas al
terminarlas de escribir, me sonaban ridículas, así que nunca las daba a conocer,
solo las tengo en la memoria, listas para contarlas en los bares con amigos
entrañables, los camaradas de toda una vida, y para aquellos que necesitan
siempre de un héroe en sus vidas, pero ya van casi un año en que no las he vuelto hacer.
Y le diste vuelta al asunto,
cuando más o menos había considerado que había llegado el final de mi historia,
de una historia de aventuras impensadas, de ofrecimiento de un corazón duramente
moldeado por las ilusiones, que paradójica mente se daban cuando comenzaba a
asentarse el invierno.
De esos momentos solo me quedan recuerdos e ilusiones truncas, las que nunca pasaban a
ser otra cosa, las que nacían después de suscitarse algún situación inesperada, pero
eso sí, llenos de magia, como un beso escondido,
sorpresivo, una carta machacada, una canción dedicada, una cita de trabajo que
se llegó a convertir en una noche de
pasión.
Todo ello y mi corta voluntad sellaron una paradójica realidad, las convertí en un pasatiempo que dejaban una huella que duraban un instante, lo que demoraba en fumarme un cigarrillo, o en algunos casos toda una cajetilla. Pero también llegaba momentos en las que me comportaba interesado, enamorado, apenado, estupidisado, ansioso, pero siempre calculando el siguiente paso, que me permitiera salir airoso del ruedo, sin ninguna cicatriz.
Es gracioso pero se me viene a la
mente una imagen de mí, en las que me veo como un astronauta sin nave, vagando
por el universo, solo, solo SOLO, explorando lo impensado dentro de lo
cotidiano, sintiendo el fragor de no tener algo más que contar y sobre todo a
alguien más para contarle, para dedicarle lo que pudiera en algún momento
escribirle, para disfrazarme y escenificar mi mejor papel, para luchar, o tal
vez para disfrutar, disfrutar de todo lo que tengo y lo que podría alcanzar.
Una soledad que llega de manera prematura, y que llega acompañado de unas ansias de vivir dejando de lado lo fugacidad de aquellos escenarios, que no me dejaban una historia y ningún legado, esta vez no le temeré a las cicatrices, ni al sudor que deja las ansias cuando uno no recibe lo que esperaba.
Una soledad que llega de manera prematura, y que llega acompañado de unas ansias de vivir dejando de lado lo fugacidad de aquellos escenarios, que no me dejaban una historia y ningún legado, esta vez no le temeré a las cicatrices, ni al sudor que deja las ansias cuando uno no recibe lo que esperaba.
Es un laberinto nuevo que me has
permitido descubrir, ser consiente de una realidad nueva, que no se si tendrá
futuro, pues mi conciencia piensa remediarla de una forma que no sabría decirlo
en este momento, pero si por ahí alguien me da una sugerencia le estaría enormemente
agradecido.
Abriste la puerta de mi conciencia y fui testigo de una realidad
que me negaba ver, con tu llave mágica dejaste que entre oxígeno a mi historia
y que la proyecte, dejando así y con una mayor firmeza que cierre bien una
historia que comenzó a terminar a los 30, me renovaste los sentidos y me distes
razones para darme cuenta que aún no llega el final de mis historias…
Gracias!!!
Esta historia continuará.
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